El punto de partida – trasfondo e introducción

Utopía o la necesidad existencial de romper con tabúes – Un prefacio:

Como no es secreto alguno que los sistemas sociales y económicos hoy en día prevalecientes a nivel mundial y los comportamientos resultantes del ser humano han hecho que el Planeta Tierra y sus dominantes habitantes que ellos mismos se nombraron sapiens (es decir, sabios), se encuentran en un estado crítico – y esto a pesar del enorme crecimiento del potencial productivo, de los patrimonios monetarios y de capitales, y de las potencias científicas y tecnológicas.

A pesar de todas las advertencias, tenemos conciencia de que está progresando la destrucción parcialmente ya irreversible del medio ambiente y de los recursos vitales naturales como son el aire, el agua potable y la fertilidad del suelo. Sabemos que en el mundo entero 800 a 900 millones de personas padecen hambre o sufren de malnutrición, que más de 3 mil millones de personas viven en la pobreza extrema, que la brecha entre ricos y pobres se abre cada vez más, que la injusticia social y económica, la violencia y la amenaza están a la orden del día en muchas partes del mundo; que hoy en día se acumula en todo el mundo tanto material armamentístico de destrucción, como el que nunca se había acumulado en ningún momento de la historia de la humanidad. Sabemos que el acceso a agua potable, a una alimentación sana, a una vivienda protegida, a atención sanitaria, a educación y a formación, en definitiva, a una vida digna es y seguirá siendo un sueño ilusorio para la mayoría de la población mundial (véase link..), a menos que no haya un cambio decisivo en el pensamiento del conjunto de la sociedad mundial.

Además sabemos que vivimos en un mundo, o mejor en un diminuto planeta dentro de un vasto universo preñado de planetas en el que unos cuantos consorcios transnacionales, favorecidos en particular por la política de privatización de sectores enteros de la sociedad, inducida por los llamados gobiernos democráticos, se apoderan cada vez más de la riqueza económica e incluso de la riqueza sociocultural. Un mundo en el que estos consorcios y hasta individuos poseen un poder económico, y con ello poder político e influjo social, superior al de un país entero o al que poseen conjuntamente miles de millones de personas.  

No sólo está reservado a los economistas el reconocer que las personas en los países industriales, particularmente en Europa y Norte América, pero también en Japón y en así llamados países emergentes, han alcanzado un nivel de vida (material) relativamente alto, sobre todo también porque existe una disparidad económica mundial, que garantiza precisamente eso, ya que los estados del hemisferio del Norte y sus aliados subvencionan, directa o indirectamente, importantes sectores económicos y con las correspondientes mercancías subvencionadas dominan los mercados mundiales y evitan con ello una producción rentable de estos bienes en otras partes del mundo. Además la mano de obra barata, a menudo precaria, en terceros países subvenciona cada vez más la industria (outsourcing) de los países desarrollados, para que los consumidores en casa (países ricos) puedan comprar productos baratos, no teniendo pero que renunciar a salarios altos.[1] Las necesarias materias primas / medios de producción y los factores de energía son importados de terceros países bajo presión política y económica a bajo precio – a menudo con el apoyo de gobiernos locales corruptos -, lo que impide, entre otros, el procesamiento de esas materias primas y con esto la creación de empleos en esos terceros países. Resumiendo, el tan elogiado alto nivel de vida (material) del mundo occidental se debe en su mayor parte a la centenaria y hoy día cada vez más sutil explotación de terceros países, de sus recursos naturales y su mano de obra.[2]

Pero también sabemos que incluso las sociedades económicamente más desarrolladas (países industrializados) enferman cada vez más. La comodidad alcanzada y el consumo material como deidad más importante y justificación de la existencia humana en el corazón de nuestra estructura social capitalista y materialista ya no son suficientes para hacernos felices. La sociedad competitiva global, que se mide principalmente en los parámetros materiales, es responsable de que cientos de millones de personas padezcan en los países económicamente más desarrollados síndromes crónicos depresivos (de matiz egocéntrica), enfermedades psicosomáticas, es decir, enfermedades relacionados con la sociedad, problemas de comportamiento, síntomas de estrés y un creciente aislamiento del individuo (soledad). Las personas buscan cada vez más refugio en el auto-descubrimiento, en la psicoterapia, en los movimientos religiosos, pseudo-religiosos y esotéricos. Y todo esto a pesar de tener posiblemente la cuenta bancaria aún llena.

Estas repercusiones de nuestra actual estructura económica y social global sobre las personas y el medio ambiente (véase detalles en link..) son entonces evidentes. La cuestión es: qué conclusiones se pueden sacar de esto, y cómo y en qué condiciones, si fuera el caso, se producirá un cambio decisivo, y por supuesto, cuándo. ¿Quién cree aún en serio que los dirigentes políticos de todo el mundo quieren, o incluso son capaces de efectuar realmente este cambio? Por otra parte, ¿en que consistiría este cambio? Este sistema llamado democrático, ¿no depende ya demasiado de la economía, pero sobre todo, de su propia doctrina social y de valores para que pueda cambiar el rumbo?

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Los gobiernos llamados democráticos deben ser elegidos, no pueden existir sin los votantes. Los votantes hacen depender su voto generalmente, de qué partido les convence más para seguir manteniendo su nivel de vida o mejorarlo y reducir el desempleo, los impuestos y las tasas. Para ser elegido o reelegido, los gobiernos se ven obligados a recortar los impuestos, privatizar los servicios (antiguamente) públicos e incluso los sistemas de prestaciones sociales, y, necesariamente, aumentando así la deuda del Estado. El resultado es un debilitamiento notorio e irreversible del Estado y por lo tanto una inhabilitación automática de los ciudadanos. Ambas cosas poseen un potencial peligroso. Es decir, por un lado, la fragilidad forzada de los sistemas de seguridad social del Estado (especialmente las prestaciones por desempleo y pensiones) – el punto neurálgico para la prevención de los excesos violentos en el caso del desempleo masivo como consecuencia de una depresión económica estructural y global continuada – así como, por otro lado, la amenaza real de una toma de poder dictatorial.

Puede ser que las innumerables reformas y los paquetes de ayuda, como los que vivimos desde hace años, elaborados por expertos en economía y políticos elegidos democráticamente, y el permanente retoque de un modelo de sociedad global que amenaza con romperse a cada paso, puedan evitar el derrumbe del sistema a medio plazo, pero ni podrán reajustar los dramáticos males sociales, ni las injusticias en el mundo, ni podrán evitar el final de este sistema a largo plazo, independientemente de si el final de este sistema es iniciado por un colapso global de las economías, por la destrucción del medio ambiente, o posiblemente aún incluso por armas de destrucción masiva o nucleares y el terrorismo – ya que los tres posibles efectos causales tienen sus raíces en una y misma cosa: el modelo global económico y social que el hombre se ha impuesto a sí mismo y a nuestro planeta.

¿Es suficiente sin embargo esperar y ver como la destrucción del medio ambiente, por un lado, y los desequilibrios y las injusticias económicas y sociales, por otro, superan unos a otros en su impacto? ¿Es responsable confiar que con un eventual colapso de la economía mundial – el desempleo masivo, la depreciación dramática de la moneda, el cese del suministro energético – y por lo tanto, entre otras cosas, de los sistemas sociales, surja una nueva edad de piedra post-industrial en la que, en principio, sólo haya dos valores, es decir, las tierras cultivables para producir alimentos, y las armas para defender esas tierras?       

Y aun cuando la economía mundial se recupere a medio plazo de las actuales crisis financieras y económicas – y a pesar de todas las bien intencionadas reformas del mercado laboral y los movimientos de solidaridad en apoyo a los segmentos más desfavorecidos de la población – no va a haber cambio alguno en la dinámica descrita anteriormente, ni en los aspectos y desarrollos negativos de nuestra época mencionados inicialmente; a no ser que un replanteamiento global dé lugar a una visión del mundo completamente renovada.

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Para lograr realmente tal cambio en el pensamiento social, el hombre no tendrá otra alternativa que romper con los patrones arcaicos y supuestas leyes de la conducta social humana. La ruptura del tabú que se describe en la Modernidad Social Global es existencialmente necesaria, debe realizarse a nivel global mundial y centrarse primero en el condicionamiento humano mediante la educación.

Ya nadie pone en duda que estemos todos adoctrinados por nuestra respectiva impronta social. Desde la infancia se nos enseña, cuáles son los valores, y cuáles no lo son, qué significa ser una buena persona, y qué es una mala, y sobre todo, qué es lo que define a una persona de éxito. Nadie duda de que si después de nacer un bebé norteamericano, uno europeo, uno africano y un bebé de Asia, se los llevan a un monasterio tibetano, a un kibutz, o a la ciudad de Nueva York, y allí los educan y allí crecen, aprenderán los respectivos idiomas e interiorizarán los valores correspondientes, completamente independientes de su respectivo origen étnico-biológico y genético. Valores y concepciones del mundo de las personas no solamente son transferibles, sino también modificables – no hay ninguna disposición genética/social inmutable hacía por ejemplo el capitalismo, el materialismo o el egoísmo. Al contrario, el hombre desarrolla sus convicciones primordialmente en base de las influencias de su respectiva socialización.      

La trasmisión inicial de valores y enseñanza moral está esencialmente ligada a las experiencias/condicionamiento durante los años de formación y educación de la vida de un individuo. La estabilidad de la visión personal y social del mundo basada en la educación y en el condicionamiento social o, por el contrario, su posible cuestionamiento, independientemente de la posible evolución negativa de la misma, depende del hecho de si se trata de una sociedad monolítica, en el mejor caso, planetaria (global), o si existen otras formas de sociedades competitivas en paralelo (otros estados), que postulan otros sistemas de valores posiblemente antagónicas, y por lo tanto tienen un potencial de corrupción (véase por ejemplo antiguamente: el Bloque del Este socialista en comparación con el resto del mundo de economía capitalista). 

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El esbozo socio-político de la Modernidad Social Global GLOSMO contiene una propuesta para superar el sistema de valores actual, basado primordialmente en el prestigio socioeconómico individual y la estructura socioeconómica global fundada en la competencia. Se describe un modelo social planetario a aplicar, que invierte las deficiencias antes mencionadas, en el que se supera el hambre, la pobreza y la miseria, no existe más guerra, exclusión, discriminación, en el que se garantiza a todos los individuos un alto nivel de vida, al mismo tiempo que se salvaguarda la sostenibilidad ecológica de nuestro planeta. No se trata de una concepción utópica, sino más bien de un resultado existencial necesario de un posible proceso de madurez de la sociedad. Además no se trata de un alegato con estereotipo político, ya que se rechaza toda forma ideológica de estrechez de miras. Sin embargo, este modelo social quiere ponerse como base para el debate, con el fin de convertirse en un programa (político) que, ofreciendo propuestas pragmáticas para la gradual transición social, acoge el reto de una reforma social fundamental de la actitud humana y de la correspondiente visión del mundo.

La era de los bien intencionados discursos políticos alternativos, de los científicos que advierten, de los sociólogos decepcionados, de los filósofos pensativos, de los críticos intelectuales de la sociedad y del sistema, debe ser seguida finalmente por acciones. Criticar únicamente ya no es suficiente, ya nadie se convence sacando a Karl Marx o a Immanuel Kant de las cajas de los libros. Esto no lleva a la humanidad a ningún sitio, sino lo contrario, únicamente prolonga su estado de decaimiento escondiéndose detrás de las rancias teorías políticas o entrañándose en interminables discusiones filosóficas intelectuales sobre la sociedad, sin sugerir al final un modelo pragmático concreto. Además, cada fatalismo letargo es irresponsable. Indicar que el hombre es así y no de otra manera, que algo ya había sido siempre así, que la historia ya ha demostrado que esta especie sigue un especifico patrón de comportamiento, no importando lo que suceda a su alrededor, se ha de rechazar desde el punto de vista psicológico social y evolutivo. Solamente abona el terreno para seguir continuando con el rumbo destructivo de explotación y entontecimiento de nuestro sistema social.

Dudar perpetuamente, el miedo a posicionarse (también y sobre todo políticamente), la renuncia a aceptar responsabilidad y a cuestionarse, la incapacidad de querer ver la base de la evidencia: se tiene que acabar con esto. Solamente con manifiestos bien redactados, con llamamientos bien intencionados, con advertencias de base científica, no se podrá evitar el rumbo a colisión de ese colosal buque oxidado que es nuestro sistema económico y social mundial. Es hora de repeler ese escarificado buque naufragado y crear en tierra firme una orden social sólida y sostenible. Y esto sólo es viable posicionándose claramente y haciendo todo lo posible, aplicando un pragmatismo visionario, para convencer a la humanidad, y avanzando hacia el cambio existencial del sistema.  

Cuando hace algunos siglos, los hombres estaban convencidos de que la tierra era plana, y alguien les trató de demostrar que se trataba realmente de una esfera, ese pensador fue burlado. Si alguien hubiera dicho hace cien años que un hombre podría ir y volver a la luna, solamente se hubieran reído de él. En la Modernidad Social Global se trata de algo mucho más sencillo que proporcionar una evidencia científica o pisar nueva tierra en el campo tecnológico. Se trata simplemente de, basado en la necesidad de romper ciertos tabúes, mostrar un camino que conduzca a un futuro digno para todos y que asegure la supervivencia sostenible de todo el planeta.  

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El modelo social concreto de la Modernidad Social Global[3] que se presenta a continuación no pretende genialidad ni carácter único, y no se tiene que entender como una visión de una nueva teoría social. Por el contrario, está tejido con la fuerza de los temas socioeconómicos, socio-ideológicos y psicológicos sociales discutidos en el pasado y en el presente, y está en el contexto del actual debate crítico social y en consecuencia de la elaboración necesaria de opciones sociales pragmáticas concretas en el sentido de un desarrollo social sostenible en el Planeta Tierra.

El estado actual de la elaboración del programa GLOSMO no pretende la integridad o incluso la irrevocabilidad de las propuestas formuladas. Es más bien el punto de partida del desarrollo de un programa, de un determinado proceso, que está empeñado en la mejora continua de su propia estructura y sus instrumentos, en desarrollar y ampliar en detalle.[4]

La estructura básica del programa social-político (GLOSMO) constituye la base ideológica de la creación posiblemente inevitable de un movimiento o partido político que empezaría a trabajar a nivel local y nacional, pero cuyo inherente objetivo debe ser sin embargo, convertirse en una fuerza política internacional y por ello mundial. Con ello se crearían los requisitos para obtener a medio plazo, a través del instrumento de la elección democrática, la confianza de la gente para la aplicación de una reorientación necesaria y epocal de la civilización humana, en el sentido de un desarrollo sostenible de la sociedad global, un alto nivel de vida universal y la superación definitiva de la pobreza, la guerra y la autodestrucción del planeta.

La cuestión de si evolución o revolución quede por lo de pronto contestada.

[1] Sobre todo en los países industriales de Europa Occidental, y en menor medida en América del Norte y Japón, la legislación impone a los actores económicos estándares sociales (incluyendo la remuneración) y de medio ambiente parcialmente estrictos en respecto a los puestos de trabajo y la mano de obra. No obstante estos mismos países toleran y promueven en paralelo la importación masiva de bienes / medios de producción “más baratos” de países terceros, consciente de que estos mismos estándares sociales y de medio ambiente en aquellos países no son aplicados o en medida completamente insuficiente, lo que efectivamente garantiza que los precios de estos bienes y medios de producción se puedan mantener a niveles bajos y con esto beneficiar a los consumidores de los países de importación. Si se aplicaría de manera obligatoria aquellos estándares sociales y de medio ambiente a nivel mundial, los precios de los bienes de consumo, de materias primas y conductores de energía pero también de los servicios aumentarían de manera substancial (probablemente se multiplicarían) – lo cual dañaría seriamente la economía mundial neoliberal y efectivamente cuestionaría su racionalidad – teniendo como efecto una caída considerable del consumo y con esto del nivel de vida material al cual estamos hoy día acostumbrados en los países industriales. (véase también link…) 

[2] Véase también link…

[3] Desde el inglés: “Global Social Modernity” – GLOSMO.

[4] Se da importancia en mantener a este esbozo social-político corto en páginas y fácilmente entendible en su redacción. El objetivo es facilitar a cualquier lector el contenido de este documento. En una segunda fase del desarrollo exhaustivo del programa se detallarían las temáticas por ahora mencionadas de manera sumaria y se tratarían más allá otros temas adicionales.