Fin del forzoso crecimiento económico y de la presión competitiva

Fin del forzoso crecimiento económico y de la presión competitiva:

Para una sociedad sostenible es fundamental la superación de la histeria del crecimiento económico y del síndrome omnipresente de la competencia determinada por el materialismo. El modelo de crecimiento materialista y de competencia no es, como a menudo se afirma de manera fatalista, parte del genoma de la especie humana, sino que se basa únicamente en un condicionamiento/educación psicológico-social reversible, es decir, influenciable y sobre el fenómeno de la escasez/falta (necesidad/demanda real o sugerida). 

El principio del crecimiento económico infinito y perpetuo, como alimento concentrado elemental para una sociedad moderna, conduce a nivel global a una sobreexplotación de los recursos naturales del planeta (aire, agua, vegetación, suelo), a la urbanización incontrolada, a la desertificación, al empobrecimiento de las zonas rurales y de las periferias urbanas, a conflictos de disparidades de salarios, a la aparición de nueva pobreza o empeoramiento de la ya existente, a la delincuencia (incluidos los riesgos para la seguridad personal) y a los conflictos sociales. La necesaria competencia, subyacente a este principio de crecimiento y por lo tanto de sus actores económicos, ya sean grandes o pequeños, tiene, considerando la retirada simultánea de la regulación estatal y un apenas existente control democrático, como consecuencia general un embrutecimiento de la mentalidad de los seres humanos. 

La equiparación del éxito económico con el reconocimiento y aceptación social, y la convergencia acelerada de poder económico y político o influencia social, no conduce únicamente a una banalización del intelecto humano, sino que en particular a un vaciamiento de los valores y a la des-democratización de la sociedad (particularmente en términos de participación o implicación/influencia de cada individuo). Este entorno psicológico social es en gran parte responsable del estrés social y del estrés del éxito, colectivo e individual, del que en tal sistema apenas se puede escapar un individuo.  

Es esencial, crear una estructura de producción y una estructura social mundial, que ejerza las necesidades de todos los miembros de la sociedad con la misma prioridad y que la gestione en el sentido de la conservación de los recursos naturales y de una sociedad social y humana. La superación del principio, hoy en día, universal de la competencia (materialista) como Leitmotiv de la vida económica y social es fundamental para una reorientación global de la sociedad y de su sistema de valores.

Lo importante en este contexto es el rechazo a la aspiración de la riqueza material individual y el prestigio social como meta más alta en la vida, y el paso a una sociedad solidaria y tolerante en la que el prestigio social de la persona se defina principalmente por su compromiso para el desarrollo de la sociedad – también como competencia, pero desde una perspectiva y motivación social ideológica – y no por el enriquecimiento monetario individual o la acumulación de poder.